Desde hace tiempo llevo encontrando noticias del tipo de la que se produjo el viernes, un bombero de 39 años, experimentado y padre de dos hijos, que muere al tratar de salvar a tres chicos que hacían piragüísmo en unos rápidos (
http://www.ideal.es/granada/20081019/so ... 92027.html). Otras veces se trata de un espeleólogo que se ha largado sin decir ni mú y le echan en falta al tercer día, o unos indocumentados que se van a los Picos de Europa en pleno temporal, o hacen submarinismo sin tener ni idea...
Las operaciones de rescate que este tipo de "deportistas" provocan a menudo salen caras en medios humanos (es muy frecuente la pérdida de efectivos de la Guardia Civil en la montaña, o de bomberos en casos como el de arriba) y materiales (se organizan despliegues de búsqueda que incluyen helicópteros -frecuentemente, en condiciones meteorológicas muy adversas- barcos y abundante operativo humano y la logística necesaria.
Éste tipo de despliegue está perfectamente justificado, en mi opinión, cuando un niño se pierde en la montaña, un anciano se cae por un barranco o una persona desaparece (esto es: no dice que se va a la nieve y no vuelve, sino que desaparece accidentalmente). Estos son accidentes que, según yo lo veo, justifican gastos y sacrificios, pero... ¿y los practicantes de deportes de riesgo? ¿cómo véis que paguemos entre todos sus rescates cuando la aventura les sale mal? ¿Y si encima causan víctimas entre los que van a buscarlos?
Que yo sepa, si te vas al Hymalaya y te despeñas es cosa tuya y de tu grupo, nadie manda -ni pueden ni quieren, supongo- al ejército a que te rescate.
Abogo porque, quienes practiquen estos deportes, carguen con todas las consecuencias de sus aventuras y, si les va mal, abonen los costes económicos derivados de sus insensateces.